El instante decisivo
Maestro en el manejo de los puntos de inflexión de la política,
Beiras no ha conseguido dominar su tiempo político final
Beiras no ha conseguido dominar su tiempo político final
Los 69 años que cumplió el viernes pasado, precisamente el día en el que el Consello Nacional del BNG debatía su futuro en las candidaturas electorales, fueron el principal argumento que usaron sus detractores para desplazarle del liderazgo del nacionalismo gallego. Trece años menos, en todo caso, que el presidente de la Xunta, Manuel Fraga, pero suficientes para que el discurso de la renovación, trenzado por la Unión do Povo Galego (UPG) hace cuatro años, cuando el Bloque sufrió su primer retroceso electoral en más de una década, fraguase su sustitución por el diplomado en enfermería Anxo Quintana, apenas sin currículum —había sido alcalde de Allariz (Ourense)— pero 26 años más joven. La dimisión de Xosé Manuel Beiras como presidente del Consello Nacional del BNG es, aparentemente, el inicio del último acto de una trayectoria política que le llevó, a finales de los años ochenta, a convertirse en la cabeza visible de la resurrección política del Bloque. Bajo su liderazgo, el BNG pasó de uno a 19 diputados en el Parlamento de Galicia, logró representación en el Congreso y el Senado, alcanzó el Parlamento europeo, se sacudió los sectores partidarios de la lucha armada y homologó su consideración pública a la de PNV y CiU, las fuerzas políticas hegemónicas del nacionalismo vasco y catalán. No obstante, y aunque nadie discute, a estas alturas, su contribución al crecimiento electoral y político del nacionalismo gallego, el retroceso electoral de 2001 fue suficiente para abonar la tesis de que el propio Beiras era el techo electoral del BNG. El análisis que se impuso entonces atribuyó a Beiras la condición de problema y, a consecuencia de ello, señaló la solución: sacarle de enmedio. Orador brillante y erudito en una Cámara de diputados en la que la cultura y el arte de la dialéctica son rara avis, Beiras ha pronunciado a lo largo de los últimos 20 años algunos de los discursos más celebrados en el Parlamento autonómico y siempre, o casi siempre, ha sido capaz de captar la atención de sus adversarios. Suyos son dos de los instantes decisivos de la última década, ambos antagónicos. El primero es el famoso zapatazo con el que —emulando al dirigente soviético Nikita Jruchev en Naciones Unidas—, fue capaz de representar la indignación de un considerable sector social frente a un Partido Popular decidido a modificar unilateralmente las reglas de juego, electorales y parlamentarias. La segunda fue el singular apretón de manos a Manuel Fraga con el que, a finales de 2001, sorprendió a propios y extraños explorando un diálogo hasta entonces imposible entre el centralismo gallego de derechas y el nacionalismo gallego de izquierdas. Son dos ejemplos del dominio que Beiras siempre ha tenido del tempo político, pero que no siempre ha sido capaz de ejercer con éxito. Al igual que no siempre ha sido capaz de dominar su carácter. No quiso, cuando pudo, hacer frente a quienes hicieron de él la causa del parón electoral del Bloque y se limitó a pactar con ellos una sucesión tentadora en lo personal pero con la que no estaba de acuerdo ni en la forma ni en el protagonista. Cuando fue elegido presidente del Consello Nacional fue el único que entendió ese cargo como algo más que un reconocimiento histórico, un jarrón en el que situar las cenizas del viejo líder. Ahora parece haberlo entendido, pero para él ya es, políticamente, demasiado tarde. Para el BNG, probablemente también.
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